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Sí, voy a hablar de él. No, no voy a grillar. Sí, es una columna poco objetiva. No, nadie me está pagando. Así que si alguno de mis tres lectores está aquí por el morbo, vaya a buscar alguna página de trata de blancas en la deep web y deje de leer estas líneas.


En el año 2007, después de una no muy larga gira a Europa, la Selección Nacional de México nos disponíamos a ir a Corea para un campamento de entrenamiento, el primero de nuestra vida para muchos de nosotros y el primero en mucho tiempo para los entonces veteranos y entrenadores. Unos días antes del viaje, se nos informó a Edna Díaz, Oscar Salazar y a mí que nosotros no iríamos a Corea, que teníamos que regresar a México junto con un delegado y un entrenador porque estábamos convocados para un clasificatorio en República Dominicana para los Juegos Panamericanos del 2007.


Días antes de que el resto del equipo se fuera a Corea, tomamos un vuelo de regreso a la Ciudad de México. La salida hacia el clasificatorio iba ser a los quince días. Mi primer pensamiento fue que nos íbamos a poner a entrenar de inmediato, pues el evento estaba muy cerca, sin embargo nuestro entrenador (Que hoy se hace llamar “uno de los grandes entrenadores de México”) hizo lo que cualquiera de nosotros hubiera hecho después de una gira en el extranjero: irse de vacaciones. La cita para empezar a entrenar rumbo al clasificatorio era para la siguiente semana.


Después de sucedido lo anterior, lo que yo tenía que hacer estaba bastante claro: cortarme las venas. En el camino a la farmacia para comprar el bisturí, se me ocurrió llamarle al profesor Julio Álvarez, le platiqué lo sucedido y me dijo: “Justo ahorita tengo un seminario en Morelia y va durar toda la semana, vente a entrenar acá”, a lo que inmediatamente respondí: “Nel”, acto seguido agarré el coche y manejé rumbo a la capital michoacana.


Terminó el campamento en Morelia, regresé a la CONADE un domingo para iniciar los entrenamientos oficiales rumbo al clasificatorio. El lunes en la mañana recibí un mensaje que, para ser honestos, no recuerdo el remitente: “Repórtate con Pedro Gato”, obviamente lo primero que pensé fue: “¿Pedro qué?”. Jamás había escuchado ese nombre, jamás había visto a esa persona, jamás nada. Bueno, fui a buscarlo, le pregunté a varia gente si sabía en dónde lo podía encontrar, la respuesta de todos era la misma: “¿Pedro qué?”


Después de un rato de andarlo buscando, el destino me llevó al gimnasio de pesas. De lejos vi a un tipo alto, moreno y guapo (Porque es guapo) (No soy gay). “¿Disculpe, usted es el profesor Pedro Gato?”, “Pedro Ignacio Gato Cruz, buenos días” (Con acento cubano), me extendió la mano, me presenté, le dije que me habían dicho que me reportara con él, nos pusimos a trabajar. Curiosamente, la preparación (De una semana) para ese clasificatorio no la dio él, al final sí regresó de sus vacaciones el otro profesor, pero el Sr. Pedro Gato me estuvo apoyando en lo individual y en cuestiones específicas durante toda esa semana.


Apoyarme en lo individual y en cuestiones específicas fue una tendencia en mi relación con él desde el día 1 hasta el día en que decidí no entrenar más.


Pedro Gato es una de esas personas con las que empiezas a platicar de taekwondo y sin darte cuenta ya pasaron siete horas con cuarenta y tres minutos y te descubres hablando sobre el impacto del calentamiento global sobre los encantadores de cobras y cómo esto podría hacer colapsar a la economía de la India en unos cuantos años (True Story). Es una persona sumamente culta y sumamente platicadora. También es una persona sumamente necia, pero a la vez es un tipo que sabe escuchar y que debate con argumentos.


No recuerdo exactamente en qué momento pasamos de ser alumno-maestro para convertirnos en amigos. Muy seguido iba a nuestro cuarto a navegar por internet, veíamos documentales del National Geographic, nos platicaba de la situación en Cuba, vino a casa de mis papás varias veces, lo acompañábamos a sacar las visas para los viajes (Que era una chinga porque, por ser cubano, necesita visa para casi todos los países), lo enseñé a leer cómics, a mandar mensajes, lo ayudábamos a traducir cartas, una vez intentó enseñarme a bailar (Uno de sus más grandes fracasos) y así, y así…


Algo que nunca dejó de sorprenderme era que (A la fecha) a cualquier cubano que haya estado inmiscuido en el TKD al que le preguntes sobre el profesor Pedro Gato, lo conoce, y no sólo eso, las referencias son estupendas, pues no se refieren a él como un gran entrenador, sino como a un fuera de serie.


En mi etapa más fuerte de competición, cuando el profesor Gato estaba a cargo del trabajo físico en la Selección, me sentía impresionantemente mamado (A la gente que no es de México, busque esta palabra en un diccionario de modismos), al grado de que llegaba a un torneo, veía la gráfica y sabía que no había nadie más fuerte (Físicamente) que yo. Llegué a levantar 170 kg en fuerza máxima de pecho y 320 kg en media sentadilla, y tengo que decirlo: de no ser por el trabajo del profesor Gato, jamás lo hubiera conseguido.


Era normal que el profesor Gato se pusiera a hacer gimnasio con nosotros, porque así como lo ven, el levantaba 160 kg en fuerza máxima de pecho. Un día, el señor Alejandro Cárdenas fue a ver uno de nuestros entrenamientos en el gimnasio y vio a Gato haciendo press de pecho; sus palabra textuales fueron: “Si todos los entrenadores de México fueran así, este país sería diferente”, yo no podría estar más de acuerdo.


La última vez que platiqué con él fue en Puebla. Fue una de esas conversaciones de siete horas y cuarenta y tres minutos. Me habló de cosas que estaban pasando dentro del medio que yo ni siquiera me imaginaba, cosas oscuras y tenebrosas. Hablamos de los pronósticos para México en ese mundial, curiosamente en el único que coincidimos de manera unánime fue en que Briseida podía llegar a la final.


Al último, el profesor Gato se convirtió en una figura polémica, había opiniones de todo tipo a favor y en contra de él. Yo mismo le reproché hasta las náuseas y de frente el que haya decidido irse a la CONADE con María a entrenar solos, también lo llamé para decirle que no se me hacía correcto que María no hubiera abordado ese mítico avión rumbo al Open de Canadá.


La gente podrá decir muchas cosas, y después de todo el profesor Gato es humano. Cometió errores igual que todos los hemos cometido, sin embargo sus aciertos mientras estuvo con Selección se tradujeron en medallas de todo tipo: mundiales, olímpicas, centroamericanas, panamericanas, de abiertos en todo el mundo, a muchos nos dio confianza para pelear, nos hizo entender, por medio de trabajo y no de pláticas motivacionales, que sí podíamos, y esa es la diferencia…


Dicen que el periódico más viejo es el de ayer, y en el mundo del internet la noticia más vieja es la de hace diez minutos. La noticia de la salida del profesor Gato pasó así: unos cuantos comentarios en Facebook, y ya. De repente Pedro Gato no tiene nada que ver con nadie dentro de la Selección Nacional. No pienso ahondar en los motivos de su salida ni juzgar a nadie al respecto, hoy soy un externo más y los mirones son de palo.


No sé qué será de él ahorita, probablemente al terminar de escribir esto le voy a marcar para saludarlo. Estoy seguro que no estará desempleado mucho tiempo, probablemente ya no lo esté para el momento en que esto sea publicado. Quise escribir sobre él porque probablemente pasará a la historia del deporte mexicano como un anónimo más, al igual que muchos de nosotros, pero dentro del TKD mexicano su nombre deberá permanecer para siempre escrito con letras de oro.


Que le vaya muy bien en sus proyectos futuros, mano. Este post fue sólo un pequeño homenaje para el hombre, para mi amigo.




Facebook.com/FaunoBastard

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