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Foto del escritorFauno

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La primera vez que salí a Europa con el Equipo Nacional estuvimos en Bélgica. Recuerdo una escena muy clara en aquel torneo: el Profesor Oscar Mendiola llegó a las gradas y nos dijo a todos con cara medio de tristeza y medio de asombro "Ya perdió Memo"; la reacción inmediata del subconsciente hacia mis adentros fue una muy normal: "¿Quién chingados es Memo?". Recuerdo que volteé a ver al Prof. Mendiola y pregunté "¿Pero se la rifó?", él me lanzó una mirada de esas que te hacen sentir incómodo y me dijo "Sí", aunque por los ademanes que hizo estoy seguro que lo que en realidad quiso decir fue "Por supuesto que sí, niño estúpido".


Los años pasaron desde aquel evento en Bruselas y nunca más volví a saber del tal Memo, de hecho ni siquiera lo recordaba. Cuando quedé por primera vez en Selección Mayor viajamos a República Dominicana, en el auto que nos llevaba al hotel venía platicando Memo con el Prof. Bang, recuerdo que hablaban de las edades de los miembros del equipo, Memo decía "Yo ya tengo 25, ya soy un veterano de guerra", en ese tiempo yo tenía 18, y sí, lo primero que pensé fue "Tiene razón" (Hoy yo tengo 25 y no es tan gracioso como entonces).


En aquel torneo de Santo Domingo vi uno de los combates más impresionantes de todos los que he visto a lo largo de mi carrera: Guillermo Pérez VS. Gabriel Mercedes. El 85% de los puntos anotados en esa pelea fueron con patada de giro recto de parte de ambos competidores, fue una cosa de esas que no se olvidan jamás... Ese día vi al tal Memo coronarse como Campeón Panamericano.


Al año siguiente fuimos al Mundial y fui testigo de como Memo perdía una pelea por culpa de la desidia de los directivos de no querer ir a meter una protesta. Dos años después vi como ese mismo Memo perdía contra Juan Antonio Ramos en la final del Campeonato Mundial de Beijing 2007.


Fui testigo de como ese tal Memo entrenaba día y noche para poder ganarle a un tal Oscar Salazar que había ganado medalla de plata en el certamen Olímpico anterior. Me tocó ver, en el Gimnasio Juan de la Barrera, como una pelea entre dos gigantes del Taekwondo Mexicano decidía la suerte en la carrera de ambos... A mí nadie me contó, yo lo vi.


Vi a Memo, junto con María, entrenar todos los días en el proceso rumbo a los Juegos Olímpicos del 2008, lo vi desfallecer varias veces, pero jamás lo vi rendirse; y sí, yo también fui una de las miles de personas que derramó lagrimas de alegría y gritos de emoción al ver como el referee levantaba la mano derecha en la final olímpica de Beijing, en la categoría de los 58kg, indicando que el competidor con el protector azul era quien se iba a llevar la medalla de oro a su país, era el competidor que llevaba el nombre de "México" en la espalda, era un tal Guillermo Pérez, que conseguía realizar una hazaña que ningún hombre había podido concretar desde 1984. Yo lo vi todo.


Vi también la serenidad con la que manejó la controversia meses después cuando un directivo sediento de atención, en un arranque de mamarrachería, dijo que esa medalla se debía a que él mismo había invitado a cenar a los jueces.


Me tocó ver a Memo felizmente casado y vi también varias veces a su hijo que no se puede estar quieto.


El fin de semana pasado vi a Memo caer en la semifinal del Selectivo Nacional con miras a los Juegos Olímpicos de Londres, vi como la carrera de uno de los más grandes exponentes del Taekwondo mexicano terminaba de una manera muy digna: en el área de combate y con los aplausos de un público que estuvo al filo de la butaca durante los tres rounds del combate.


Parece ser que nunca más volveremos a ver a Memo pelear dentro de un área de competencia, sin embargo yo ya lo vi en los momentos más importantes, no puedo pedir más.


No sé qué es lo que tenga planeado, quizá algún día lo veremos sentado en una silla de coach, o quizá algún día llegue con otros tres niños de esos que no se están quietos... Quién sabe.


Que te vaya bien, Memo, que te vaya muy bien y gracias por todos los momentos de gloria que nos regalaste a los mexicanos. Ahora sólo me queda dedicarte mis mejores deseos y, de corazón te lo digo, estoy orgulloso de haber sido compañero tuyo durante tantos años.


Hasta siempre...




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